miércoles, 1 de septiembre de 2021

Jn 3,6

 De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu.

Jesús continúa explicando el sentido de su frase, ahora mediante una oposición. Hay dos principios de vida: la carne y el Espíritu; cada uno transmite la vida que posee. La carne, concepto estático, denota la condición humana débil, el hombre inacabado, no terminado de crear; en consecuencia, transitorio, mortal, sin éxito. El Espíritu, concepto dinámico, denota la fuerza vital de Dios y el hombre acabado.  Sólo lo que está animado por la fuerza divina tiene éxito. La Ley, que pretende dar nacimiento al hombre perfecto, pero no puede acabar su creación, lleva al fracaso. Las metas, ideales, aspiraciones fariseas fundadas en su tradición y en su observancia son <<carne>>: debilidad, frustración. Nunca se conseguirá realizar con ello el proyecto de Dios.

El hombre, nacido de la carne, tiene que renacer del Espíritu. Es la misma unión que ha existido en Jesús, la Palabra/proyecto divino hecho carne/hombre (1,14). En esa carne, al bajar el Espíritu (1,32s), se realizó el proyecto divino. El que vive por haber nacido del Espíritu, es espíritu, es decir, fuerza de vida, amor leal (1,17).

La carne es, por tanto, el hombre sin plenitud, no terminado, incapaz de realizar el proyecto de Dios sobre él. Jesús viene a terminar al hombre; pasado este umbral de la plenitud humana, podrá comenzar su actividad.

Nicodemo, como fariseo, piensa que la creación no continúa, que Dios ha terminado su tarea. Por eso el fariseo tiene como mandamiento principal el sábado, el día de descanso divino una vez terminada la creación (cf. 9,13ss). Se figura que en estas condiciones el hombre puede llegar a su meta guiado por la Ley. Jesús no reconoce el descanso (5,17: mi Padre sigue trabajando); la creación no está terminada.

La carne es el barro del que Dios hace al hombre (20,22 Lect.), mientras Nicodemo la considera como su estado definitivo. El Espíritu le da forma, vida y fuerza.

Nicodemo reconocía que Dios estaba con Jesús y que esa asistencia daba a Jesús la posibilidad de actuar. Pero Jesús afirma que el que nace del Espíritu es espíritu. En él existe una nueva realidad, muy distinta de la que piensa Nicodemo. Éste concebía la ayuda de Dios desde fuera, como una yuxtaposición de Dios y el hombre. Así esperaban la ayuda de Dios al pueblo; Dios como aliado. Jesús afirma otra cosa: el hombre mismo ha de ser espíritu, pertenecer a la esfera divina; eso le dará la posibilidad de actuar y realizar.

Existen, pues, para el hombre, dos posibilidades: o bien nacer del Espíritu y ser espíritu (=amor leal), ver acabada en sí mismo la obra creadora de Dios y comenzar su camino para realizar en sí el proyecto divino de plenitud de vida (cf. 1,12: hacerse hijo de Dios; 14,6: el camino hacia el Padre), o bien no responder a la invitación de Dios y quedarse en la esfera de la carne, es decir, en la debilidad y la impotencia.

Según 2,24-25, Jesús no se confiaba a ellos porque conocía lo que el hombre llevaba dentro, es decir, veía la futilidad y el vacío de aquellos ideales mesiánicos. Aquel movimiento, uno de cuyos representantes es Nicodemo, quedaba en la esfera de la <<carne>>.

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