viernes, 30 de junio de 2023

Jn 17,17b

 <<verdad es el mensaje tuyo>>.

Es el mensaje del amor (17,6.17), las exigencias transmitidas por el Padre a los discípulos (17,8). La consagración de los discípulos se verifica, pues, por la práctica del amor que es fruto del Espíritu en ellos. No es una consagración estática, sino dinámica; la experiencia inicial (1,13: nacer de Dios) se va desarrollando hasta llegar a su meta (1,12: hacerse hijos de Dios).

El Espíritu separa al hombre del mundo injusto haciéndolo entrar en la esfera divina, el lugar donde está Jesús (1,38s; 7,34; 12,26; 14,3). Pero el Padre no pide al hombre nada para sí; lo impulsa, en cambio, a entregarse a los demás; tal es el mandamiento.

Al definir la noción de culto, había expresado Jesús la misma idea: Dios es Espíritu (4,24), es decir, fuerza de vida-amor, y los que lo adoran han de dar culto con Espíritu y lealtad, es decir, con la práctica del amor fiel hasta la muerte, según el mandamiento de Jesús. El Padre busca hombres que lo adoren así (4,23).

No hay dicotomía ni dispersión en la vida que propone Jesús: la esfera de Dios lleva a la esfera humana; el culto a Dios es el servicio al hombre, el Espíritu de Dios potencia y desarrolla al hombre (4,14).

La verdad que consagra es el mensaje del amor y la vida. La frase alude, sin duda alguna, a Sal 118,42 (LXX): verdad es tu Ley (Lect. var.; es tu palabra/mensaje). Jesús ha sustituido la antigua Ley por la entrega al bien del hombre: ésa es la verdad del Padre. La consagración realiza en el discípulo el amor leal, que había de existir por medio de Jesús Mesías (1,17).

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