domingo, 13 de marzo de 2022

Jn 5,43

 <<Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me aceptáis; si otro viniese en su propio nombre, a ése lo aceptaríais>>.

Venir en nombre del Padre significa representarlo, realizar su obra trabajando en favor del hombre, sin buscar la propia ventaja. Al actuar así, Jesús está en contradicción con los dirigentes, para quienes no cuenta el pueblo, sino su propio interés (5,42: no tenéis el amor de Dios). Por eso no lo aceptan. Si otro viniese buscando su propio interés, despreocupándose del hombre, pero con deseo de propia afirmación, a ése sí lo aceptarían; estaría al nivel de ellos, entraría en su juego de poder. 

Se delimita aquí la frontera entre Jesús y <<el mundo>>, que se identificaría con <<los Judíos>>, los partidarios del sistema y sus instituciones (cf. 7,1.7). Se distinguen uno del otro en los objetivos que persiguen. Jesús y, tras él, los suyos (cf. 8,23; 17,14-16) son los que no buscan honor mundano; su gloria consiste en transmitir el amor y la vida de Dios al hombre (17,22), liberándolo de la esclavitud y de la muerte. <<El mundo>>, por el contrario, se caracteriza por perseguir al propio interés, la propia gloria, despreciando y matando al hombre (8,44; 10,10). Es la oposición entre la vida, que es luz (1,4) y la tiniebla, que intenta apagarla (1,5).

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