<<Sí, os aseguro que se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado, en que los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchan tendrán vida>>.
Tercera declaración solemne que introduce otro tema. Esa vida que anuncia Jesús para el hombre empieza a ser realidad. La humanidad vive en la zona de la muerte (tiniebla), pero esos muertos en vida (alusión a la muchedumbre de 5,3) van a oír la voz del Hijo de Dios, que es su mensaje (5,24) y el del Padre. Los que lo escuchen, es decir, los que le den su adhesión, pasarán a la zona de la vida.
Su voz y su mensaje son su palabra al inválido (5,8: legei; 5,24: logon), por la que lo invitaba a levantarse, a ser libre (carga con tu camilla) y a comenzar su actividad (echar a andar). El inválido escuchó sus palabras e hizo lo que Jesús le decía. La voz del Hijo de Dios que comunica vida es un mensaje de libertad y de iniciativa (5,8s), que lleva a romper con las dependencias y a vivir por sí mismo, en la adhesión a Jesús (5,15 Lect.). Así encuentra el hombre la vida plena.
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