<<No penséis que os voy a acusar yo ante el Padre; vuestro acusador es Moisés, en quien tenéis puesta vuestra esperanza>>.
No tienen que esperar una acusación futura de Jesús, que no ha venido a condenar, sino a salvar (3,17), a ofrecer vida (5,40). La amenaza les viene de su propia incoherencia. Su acusador está ya presente, y es Moisés mismo, el autor de su Ley (7,19), el único de quien se profesan discípulos (9,28s), pues han deformado la Ley, utilizándola para sus propios fines. Los dirigentes no apelan a la tradición profética, los profetas han muerto (8,52.53).
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