<<Yo no puedo hacer nada de por mí; doy sentencia según lo que aprendo, y esa sentencia mía es justa, porque no persigo un designio mío, sino el designio del que me mandó>>.
Para terminar esta sección del discurso reaparece el tema del principio (5,19). El Hijo no da sentencia siguiendo un propio criterio, sino según lo que aprende del Padre, quien le muestra cuál es su designio. La raíz de la injusticia es buscar el propio interés (cf. 7,17s.24). Al buscar exclusivamente la ejecución de ese designio, su sentencia es necesariamente justa, sin parcialidad alguna, pues su único criterio es el bien objetivo del hombre. Hay aquí una acusación implícita de sus adversarios, que lo han condenado a él y al hombre curado en nombre de la Ley (5,10.16). Ésta, que debería ser una instancia de imparcialidad y de justicia, ha sido deformada por ellos al utilizarla para sus propios fines, oponiéndose al designio creador, inspirador de la Ley. Así han deformado también la imagen de Dios, haciendo de él un enemigo del hombre.
SÍNTESIS
Esta perícopa determina la norma de conducta dada al hombre por Dios. Jesús, único intérprete de la voluntad de Dios, trabaja como el Padre en favor del hombre; su obra es creadora como la de Dios mismo; es bueno lo que favorece la realización del proyecto creador, y malo lo que se opone a ella. Nada puede prevalecer contra la realidad y el incremento de la vida. La norma es el hombre mismo y su plenitud (1,4 Lect.).
Esa actividad ha comenzado ya y va a continuar, con todas sus consecuencias; al experimentar sus efectos, los hombres se harán independientes de la opresión, para vivir en libertad y plenitud. Tal es el éxodo que Jesús propone.
Para el pasado vale el mismo criterio del presente. Es la opción en favor o en contra de la vida la que juzga al hombre. Quien se puso a su favor, tendrá vida para siempre. Quien la oprimió, se condena a muerte definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario