domingo, 13 de marzo de 2022

Jn 5,46-47

 <<Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, dado que de mí escribió él. Pero si no dais fe a sus escritos, ¿cómo vais a dar fe a mis palabras?>>.

Ellos no creen a Moisés, dado que éste, como la Escritura en general, tenía una misión preparatoria. La Escritura no tenía por objetivo crear una situación definitiva. Todo intento de absolutizar su contenido y las instituciones que en ella se apoyan va contra su misma naturaleza. Tampoco Moisés, con su obra, tiene un valor absoluto. Considerado el autor del Pentateuco, los cinco primeros libros de la Escritura, era como ésta un testigo de Jesús. Pero además Moisés, en sus escritos, describe también su propia obra, ligada toda ella a su papel de intermediario entre Dios y su pueblo y, como líder, instrumento de su acción liberadora. El contenido, pues, de la Escritura atribuida a Moisés era, sobre todo, él mismo y su actividad; su persona y su obra eran un tipo que cobraba sentido en relación con la venida y obra de Jesús. Moisés, que no logró ver a Dios cara a cara, anunciaba a Jesús, que es el Hijo que mira el rostro del Padre (1,18), como la Ley de la alianza, que aspiraba al amor que no había logrado expresar, anunciaba la realidad del amor presente en Jesús (1,17). Tanto uno como otra, Moisés y la Escritura, ocupan un período de suplencia y de preparación. Pero los dirigentes no son capaces de ver en Moisés y en sus escritos una promesa, porque los han absolutizado y los han hecho instrumentos de su dominio. Instalados en su posición, borrando la esperanza vaticinada, no pueden dar fe a las palabras de Jesús.

Moisés les legó sus escritos, Jesús propone sus palabras o exigencias, que son la expresión de su  misma vida y muerte y comunican vida (3,34; 6,68). La comunidad judía se apoyaba en su libro, hecho palabra muerta. La comunidad cristiana, que aquí se dibuja, escucha las palabras vivas de Jesús, pues su presencia es continua entre los suyos a través de su Espíritu, contenido en sus palabras (6,63), y que las recuerda y enseña en la comunidad (14,26).

La alusión final a Moisés en este capítulo prepara el siguiente. El recuerdo de su obra escrita, que contiene el relato de la liberación del pueblo, sacándolo de la esclavitud de Egipto, da la clave para interpretar la escena que sigue, en la que Jesús pasa el mar de Galilea y muestra la calidad de su éxodo.

SÍNTESIS

Como argumento único y decisivo de su misión divina, propone Jesús su propia actividad. No dialéctica, sino obras. Vuelve así al tema inicial del trabajo creador que él realiza. La plenitud de vida y libertad para el hombre es la obra del Padre que Jesús lleva a término. Estas son sus credenciales.

Con esto legitima Jesús toda actividad encaminada a comunicar vida al hombre, a darle libertad y dignidad, y niega legitimidad a cualquier institución que a esto se oponga.

La antigua Escritura anunciaba ya la persona y actividad de Jesús que había de realizar la liberación definitiva. En el mundo que había rechazado la luz (1,10) quedó un testigo de la esperanza. Los círculos de poder judíos, sin embargo, habían tergiversado su sentido, haciendo un absoluto de lo que era una etapa en el plan salvador de Dios, y habían ignorado su mensaje liberador, poniéndola al servicio de sus propios intereses.

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