<<Él era la lámpara encendida que brillaba, y vosotros quisisteis por algún tiempo disfrutar de su luz>>.
Juan no era la luz (1,6), era sólo un testigo en favor de la luz, que podía compararse a una lámpara, cuyo resplandor prometía la existencia de la luz plena. Los dirigentes se gloriaron por algún tiempo de la resonancia del mensaje de Juan, figura extraordinaria que se había llegado a pensar que pudiera ser el Mesías (1,19s). No se trataba, sin embargo, de una verdadera adhesión a su mensaje, que anunciaba siempre a Jesús (1,15.27.29-34.36; 3,27-30), sino de un oportunismo (quisisteis por algún tiempo). De hecho, Juan tuvo que retirarse más tarde a un lugar fuera de su jurisdicción y acabó en la cárcel (3,23).
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