miércoles, 2 de agosto de 2023

Jn 19,35

 <<El que lo ha visto personalmente deja testimonio -y este testimonio suyo es verdadero, y él sabe que dice la verdad- para que también vosotros lleguéis a creer>>.

El testimonio que da el evangelista ante el espectáculo de Jesús traspasado en la cruz es el más solemne del evangelio. Este testimonio cierra el arco abierto por el de Juan Bautista (1,34: Yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios) sobre la bajada y presencia del Espíritu en Jesús, su unción mesiánica, que lo constituye en Hijo de Dios y lo anuncia como el que va a bautizar con Espíritu Santo (1,32-34). Juan Bautista describía con estas palabras la misión de Jesús, antes de que comenzase su actividad; ahora, el evangelista ve la obra terminada (cf. 19,30). Juan Bautista preparaba la manifestación a Israel (1,31), el evangelista da su testimonio para que todos los que lo escuchen lleguen a creer. Como en Caná, donde la primera manifestación de la gloria fue la que llevó a los discípulos a darle su adhesión (2,11), esta manifestación definitiva y suprema será el fundamento de la fe de los discípulos futuros.

Es la primera vez que el evangelista se dirige a sus lectores: vosotros, correlativo al <<nosotros>> del prólogo (1,14.16). El testimonio se refiere directamente a la sangre y el agua que salen del costado; pero, al identificar sangre con muerte y agua con Espíritu, se remonta a lo narrado en 19,28-30.

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