<<Por ser Preparación para los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús>>.
Termina el tema de la preparación judía, que nunca pasará a la celebración de la fiesta. Esta Pascua ya no existe una vez sacrificado el Cordero de Dios (19,31.42). Los dos hombres, que lo han preparado, ya no colocan en el sepulcro el cuerpo, sino a Jesús mismo. Entra en la cámara nupcial, la de su boda definitiva.
La inminencia del descanso de precepto hace que coloquen a Jesús en el sepulcro cercano. Como la ausencia de sudario y la omisión de la losa, también la prisa da a la sepultura un carácter de provisionalidad. Jn crea el ambiente propicio para la escena de la resurrección.
José y Nicodemo pusieron allí a Jesús. Para ellos, Jesús pertenece al pasado; la muerte, como a todos, lo ha vencido.
Tal era la convicción de los discípulos que abandonaron a Jesús en el episodio de Cafarnaún: veían la muerte como una derrota (6,60ss). Jesús no consiguió convencerlos de lo contrario, y ellos lo abandonaron. Sin embargo, tampoco los que permanecieron con él se han convencido de que la muerte no es la última palabra, como aparecerá por la dificultad que experimentarán en llegar a creer en la resurrección.
SÍNTESIS
En contraposición con el testigo que vio en Jesús muerto la fuente de la vida, el discípulo clandestino y el fariseo no ven en él sino al héroe injustamente condenado, al que rinden los últimos honores.
Se muestra aquí una cuestión crucial para el cristiano: la autenticidad de su fe se mide por su actitud ante la muerte. Mientras ésta le aparezca como una derrota, el discípulo estará paralizado por el miedo a la violencia del poder; su falta de libertad le impedirá dar testimonio. En nada se diferencia del que nunca ha sido discípulo. Jesús en la cruz no es para él un salvador, sino una víctima. Puede ser un ejemplo que queda en el pasado, pero no una fuente presente y permanente de fuerza y de vida.
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