<<Asomándose vio puestos los lienzos; sin embargo, no entró>>.
El discípulo ve puestos los lienzos, como sábanas en el lecho nupcial (19,40 Lect.); distingue, por tanto, la señal de la vida, pero no la comprende.
Los detalles mencionados por Jn en esta perícopa hacen de ella una especie de continuación de lo sucedido con Lázaro. Allí Jesús mandó quitar la losa y desatar a Lázaro para dejarlo marcharse (11,39.44). Aquí encuentran que la losa está quitada y que los lienzos ya no atan a Jesús (cf. 19,40). Deberían deducir que se ha marchado por sí solo. Pero, como entonces Marta y María (11,21.32.39), los discípulos no conciben que la vida pueda superar la muerte.
El discípulo no entra en el sepulcro. No lo hará hasta que no haya entrado Simón Pedro. Al ceder el paso a Pedro le muestra su diferencia y su amor, al que lo lleva su sintonía con Jesús. Después de las negaciones de Pedro en el atrio del sumo sacerdote (18,15-17.25), es un gesto de aceptación y reconciliación. Habiendo seguido a Jesús dispuesto a morir con él (18,15-16), no afirma su superioridad frente al que lo ha negado, sino que, al contrario, lo deja entrar antes para que exprese primero su amor a Jesús. La vez anterior, él lo había conducido (18,16); ahora debe acercarse a Jesús sin intermediarios.
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