Les dijo de nuevo: <<Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os mando yo también a vosotros>>.
Para introducir la misión, repite Jesús su saludo. Con el primero pretendía liberar del miedo a los discípulos, asegurándoles su victoria. Ahora, esa seguridad y valentía deberá acompañarlos en la misión que comienza. La suya es paz presente y para el futuro, en medio de las dificultades de la labor en el mundo.
La misión es tan esencial a los discípulos que la elección de Jesús estaba en función de ella: Os elegí yo a vosotros y os destiné a que os marchéis, produzcáis fruto y vuestro fruto dure (15,16). La misión igual a la de Jesús había sido anunciada en 17,18: Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo los he enviado a ellos al mundo. Será la misión de los que, estando en medio del mundo, no les pertenecen (17,16). La suya ha consistido en dar testimonio en favor de la verdad (18,37), manifestando con sus obras (5,36; 10,25.38) la persona del Padre (10,30; 17,6) y su amor a los hombres (17,1.4: la gloria). Toca a los discípulos realizar las obras del que lo envió (9,4), producir fruto unidos a él (15,5).
La misión ha de ser cumplida como él la cumplió: demostrando el amor hasta el final que simbolizan las manos y el costado. Ellos van a un mundo que los odia como lo odió a él (15,18) y que pensará rendir homenaje a su Dios cuando les dé muerte (16,2). Ahora pueden ir a la misión sin temor alguno (12,25), dispuestos a morir para dar mucho fruto (12,24).
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