Le dice Jesús: <<María>>. Volviéndose ella, le dijo en su lengua: <<Rabbuni>> (que equivale a <<Maestro>>).
Jesús la llama por su nombre (10,3) y ella lo reconoce por la voz, aunque no lo había reconocido por la vista. Este tema aparece también en el Cantar: <<Estaba durmiendo, mi corazón en vela, cuando oigo a mi amado (lit. <<voz de mi amado>>) que me llama: ´¡Ábreme, amada mía!´(5,2; cf. 2,8 hebr., LXX).
Al oír la voz de Jesús y reconocerlo, María se vuelve del todo, no mira más al sepulcro, que es el pasado; se abre para ella su horizonte propio: la nueva creación que comienza. Ahora responde a Jesús.
Juan Bautista había oído la voz del esposo y se había llenado de alegría, viendo el cumplimiento de la salvación anunciada. Ahora, al esposo responde la esposa; se forma la comunidad mesiánica. Ha llegado la restauración anunciada por Jeremías: <<Se escuchará la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia>> (Jr 33,11). Se consuma la nueva alianza por medio del Mesías.
La voz de Jesús, que María reconoce, llama al seguimiento (10,4: camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz); toca ahora a los discípulos recorrer su mismo camino hacia el Padre (14,6).
La respuesta de María: Rabbuni, Señor mío, tratamiento que se usaba para los maestros, pone este momento en relación con la escena donde Marta dice a su hermana: El Maestro está ahí y te llama (11,28). Por otra parte, aunque los términos <<Rabbí>> y <<Rabbuni>> sean prácticamente sinónimos (Señor mío), el segundo se encuentra solamente en esta escena, después de la resurrección. reconocer a Jesús como <<Rabbi>>, usado para dirigirse a los maestros judíos (3,2), fue el punto de partida de los discípulos, antes de conocer a Jesús (1,38). <<Rabbuni>> es el punto de llegada, después que su enseñanza ha culminado dando su vida en la cruz: Jesús es maestro de un modo nuevo, distinto de los del pasado. Al mismo tiempo, <<Rabbuni>> podía ser usado por la mujer dirigiéndose al marido. Se combinan así los dos aspectos de la escena: el lenguaje nupcial expresa la relación de amor que une la comunidad a Jesús; pero este amor se concibe en términos de discipulado, es decir, de seguimiento: se corresponde a su amor practicando un amor como el suyo (1,16; 13,34: igual que yo os he amado).
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