lunes, 7 de agosto de 2023

Jn 20,15

 Jesús le preguntó: <<Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?>>. Ella, pensando que era el hortelano, le dice: <<Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré>>.

La pregunta de Jesús repite en primer lugar la de los ángeles. Como los mensajeros, insinúa a María que no hay motivo para llorar.

Añade Jesús: ¿A quién buscas? La pregunta es paralela a la que hizo Jesús en el huerto a los que iban a prenderlo (18,4.7) y espera la misma respuesta que dieron entonces: A Jesús el Nazareno, el Mesías descendiente de David, para responder: Yo soy. Pero María no pronuncia el nombre de Jesús ni habla siquiera de <<su Señor>>.

Al no reconocer a Jesús, su presencia en el huerto le hace pensar que sea el hortelano. Con esta palabra reintroduce Jn el tema del huerto-jardín, volviendo al lenguaje del Cantar (19,41a Lect.). Se prepara el encuentro de la esposa con el esposo. María no lo reconoce aún, pero ya está presente la primera pareja del mundo nuevo, el comienzo de la nueva humanidad. Jesús, como los ángeles, la ha llamado <<Mujer>> (esposa). Ella, expresando sin saberlo la realidad de Jesús, lo llama <<Señor>> (esposo, marido).

María, sin embargo, sigue obsesionada con su idea: si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto. Sigue sin comprender la causa de la ausencia de Jesús; piensa que se debe a la acción de otros. En la frase de María aflora la ironía del evangelista: de hecho, Jesús se ha arrebatado él mismo del sepulcro. Ella no sabe que, dando su vida libremente, tenía en su mano recobrarla (10,18). Piensa también que su presencia está vinculada a un lugar preciso (dónde lo has puesto; cf. 20,2.13), donde ella podría encontrarlo. Quiere asegurarse la cercanía de Jesús, aunque sea muerto: y yo me lo llevaré. No sabe que, resucitado, ya no se circunscribe a un lugar y que está siempre cercano, presente entre los suyos.

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Jn 21,24-25

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