<<Entonces, al fin, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó>>.
Jn subraya que el discípulo quiso esperar a que Pedro entrase primero. Al repetir la frase el que había llegado primero al sepulcro recuerda su gesto de amor y reconciliación, insistiendo en la actitud de este discípulo, igual a la de Jesús. Ve las mismas señales que había visto Pedro y comprende: la muerte no ha interrumpido la vida, simbolizada por el lecho nupcial preparado. El sudario no había tapado la cara a Jesús, sólo le había cubierto la cabeza porque su muerte era un sueño (19,30). El dador de la vida no podía quedar prisionero de la muerte.
El discípulo que está en sintonía con Jesús, la Vida (11,25; 14,6), comprende sus señales y podrá ser testigo de la resurrección como lo ha sido de la muerte y del amor de Jesús (19,35). Ahora cree y ve así la gloria de Dios (11,40: ¿No te he dicho que si llegas a creer verás la gloria de Dios?), es decir, el alcance de su amor, que vence la muerte dando la vida definitiva.
Jn pone de nuevo en contraste a los dos discípulos al señalar solamente la fe del segundo. Recuérdese que en la cercanía a Jesús y en la percepción de las señales este discípulo precede siempre a Pedro (13,24.25; 18,15s; 21,7). En caso que Pedro hubiese llegado a interpretar las señales, para que la relación entre los dos personajes conservara aquí su coherencia con los otros pasajes del evangelio, se habría señalado la fe de Pedro después de la del otro discípulo.
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