Al anochecer bajaron sus discípulos al mar, se montaron en una barca y se dirigieron a Cafarnaún.
Cae la noche. Los discípulos han estado esperando hasta entonces en el lugar de la comida, pero la oscuridad hace ya imposible toda manifestación mesiánica. Cuando ven que toda esperanza se ha esfumado, bajan al lago, se montan en una barca y se dirigen a Cafarnaún. La barca, que reúne y unifica al grupo, no es la de ellos ni la de Jesús, sino una barca cualquiera.
Quieren volver a la ciudad, a la vida de todos, en vez de quedarse con Jesús al otro lado del lago. Ya no lo siguen, eligen ellos su propio itinerario: desandar el éxodo que habían hecho con él. Como Jesús se niega a secundar sus planes, desertan y lo abandonan. Llegada la crisis, bajan en la noche. El mar y la noche se oponen a la altura del monte, donde se ha quedado Jesús.
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