Habían ya remado unos cinco o seis kilómetros cuando percibieron a Jesús, que, andando por el mar, se acercaba a la barca, y les entró miedo; pero él les dijo: <<Soy yo, no tengáis miedo>>.
Avanzada ya la travesía, perciben a Jesús que, caminando sobre el mar, se acercaba a la barca. El hecho de <<caminar sobre el mar>> era propio de Dios (Job 9,8: Sólo él ... camina sobre el dorso del mar>>). La escena de Jn describe, pues, una manifestación de la divinidad de Jesús. Los discípulos lo reconocen; la presencia de Jesús, Hombre-Dios, del que han desertado, les causa miedo; esperan una reprimenda o represalia. Jesús, por el contrario, les dirige la palabra y los tranquiliza: Soy yo, no tengáis miedo. Las palabras Soy yo dan el motivo para no temer (1,20; 4,25-26 Lects). Él es el Mesías, el que los escogió, mostrándoles con eso su amor, y el que los sigue queriendo a pesar de su deserción: lleno de amor y lealtad (1,14; cf. 13,1). Ha caminado por el lago para ir a buscarlos, no tiene barca (comunidad), pero nada hay imposible para el amor. Ellos han querido volverse atrás, Jesús vuelve a ellos para no dejarlos solos con su mal designio. No quiere que se pierdan en la tiniebla (6,39; cf. 10,28; 12,35).
La huida en la barca anticipa la angustia y la desorientación del grupo después de la muerte de Jesús. Sus palabras: Soy yo, no tengáis miedo, anuncian su victoria sobre el mundo (16,33) y el saludo pascual: Paz con vosotros (20,19).
Job. CAPÍTULO 9.
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