Respondió Jesús: <<Éste es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhesión al que él ha enviado>>.
Jesús corrige el presupuesto de la pregunta. Dios no va a imponer nuevos preceptos u observancias. El trabajo que Dios requiere es único: dar adhesión permanente a Jesús, como enviado. Tal es el trabajo que procura el pan que permanece y da vida definitiva. La adhesión es a Jesús lo que el trabajo es al pan. En uno y otro caso se describe una apropiación, hacer suyo el alimento, o hacer suyo a Jesús, por asimilación a él.
Esta exigencia es nueva y no se la esperaban. Estaban dispuestos a manifestar su adhesión a Dios, de la manera que él pidiese. Han considerado a Jesús un profeta, en la línea de Eliseo, aunque superior a él; en cuanto tal, habrían acatado lo que Dios les comunicase por su medio. Pero siguen atribuyéndole el papel de mediador, no de término de una adhesión. Un profeta es instrumento de Dios, pero, ante él, queda en segundo término. Jesús, en cambio, no los exhorta a adherirse ni a imitar a Dios, sino que de parte de Dios les pide adhesión a su propia persona.
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