<<Nuestros padres comieron el maná en el desierto; así está escrito: ´Les dio a comer pan del cielo´>>.
En el AT se llamó <<pan del cielo>> al maná (Neh 9,15; Éx 16,15; Nm 11,7-9; Sal 78,24); ellos esperan de Jesús un prodigio semejante. Habla n de <<sus padres>>, cuando Jesús les ha hablado del Padre (6,27). Siguen apegados a su linaje y se refugian en el pasado (cf. 4,12.20); Jesús, en cambio, tiene una perspectiva universal. A <<nuestros padres>> corresponde Israel; a <<el Padre>>, el mundo.
Se nota aquí la controversia entre los judíos y la comunidad cristiana. Ellos oponen los prodigios de Moisés a la falta de espectacularidad de la obra de Jesús. Se exige lo portentoso (4,48 Lect.), lo que deslumbra sin comprometer con el hombre, en vez de lo humano, cotidiano, profundo y de eficacia permanente, Jesús ha dado su vida por el hombre y le ha comunicado la capacidad de amar como él (13,34): he aquí su prodigio mesiánico, muy superior a los de Moisés.
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