<<Tengo además otras ovejas que no son de este atrio; también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor>>.
Jesús descubre el horizonte de su futura comunidad. Su misión no se limita al pueblo judío, se extiende a otros (11,52.54 Lects.). Este universalismo está en consonancia con la concepción de Jn, que, desde el prólogo, sitúa su evangelio en el contexto de la creación. El amor de Dios que la realiza tiene por término la humanidad entera (1,9: la luz que ilumina a todo hombre; 3,16: así demostró Dios su amor al mundo / humanidad; 4,42: el salvador del mundo; 8,12: la luz del mundo). Los discípulos procedentes de otros pueblos formarán con los que vengan de Israel una sola comunidad; ha terminado el privilegio del pueblo elegido (19,25 Lect.). La unidad de todos se verificará por la convergencia en el único pastor, Jesús.
La ausencia de coordinación (y) o de la preposición relacional (con) entre los dos miembros de la frase: un solo rebaño, un solo pastor, reduce al mínimo la dualidad de ambos. La relación del rebaño con Jesús no es la de yuxtaposición ni la de compañía; la existencia del rebaño lleva en ´si la presencia de Jesús, pastor, pues él, con su muerte, quedará constituido en fuente de vida única y perenne para los suyos, según la relación íntima de conocimiento-amor ya descrita antes.
Jesús forma un rebaño, pero no crea una institución/templo (atrio) paralela y opuesta a la judía, de la que saca a los que escuchan su voz. Su comunidad, que es universal, no está encerrada en institución nacional ni cultura alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabada por el Espíritu. De ella nacerán sus diferentes expresiones.
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