<<El ladrón no viene más que para robar, sacrificar y destruir>>.
De nuevo echa Jesús en cara a los dirigentes su conducta homicida. Describe la actividad perversa del ladrón (cf. 10,8), en términos que remiten a la escena del templo (2,15s). El ladrón no sólo roba, es decir, despoja al pueblo de lo que es suyo, es además asesino (bandido), sacrifica a las ovejas. Alude claramente al ganado preparado en el templo para el sacrificio y expulsado simbólicamente por él. Las verdaderas víctimas del culto no son los animales, sino el pueblo mismo; mientras el templo se ha convertido en una casa de negocios (2,16) y acumula sus bienes en el tesoro (8,20), el pueblo está reducido a la miseria y a punto de muerte (5,3). Con esta imagen denuncia la violencia y dureza de los dirigentes que explotan al pueblo sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida.
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