Les replicó Jesús: <<Muchas obras excelentes os he hecho ver, que son del Padre; ¿por cuál de esas obras me apedreáis?>>.
Ante su intento, Jesús le pregunta el motivo. Él no ha presentado más credenciales que sus obras, no tiene ninguna otra pretensión ni reclama ningún privilegio. Son, pues, sus obras las que merecerán alabanza o condenación. Si ellos las condenan, deben explicar cuál de ellas es la que merece la muerte. Las obras vuelven a ser caracterizadas como propias del Padre, Dios, en favor del hombre.
Jesús no arguye ni legitima su misión con declaraciones de palabra. Su enseñanza o sus discursos explican sus obras y exponen las consecuencias que de ellas se deducen (cf. 5,16ss; 6,26ss; 9,39ss).
El adjetivo excelente denota la calidad de las obras que procuran la integridad del hombre. Tales han sido hacer caminar al inválido y dar la visión al ciego. Acción buena, excelente, es la que suprime la indigencia, el dolor, la debilidad, la incompletez del hombre; la que lo acrecienta, haciéndolo adulto, libre y responsable.
El adjetivo contiene además una alusión a la obra divina de la creación. Las obras de Jesús la continúan y la llevan a término, porque el Padre sigue trabajando y él también trabaja (5,17). Son obras que crean vida, según el designio creador (1,4). Malo es lo que impide o destruye la vida, la anticreación.
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