Otra vez intentaron entonces prenderlo, pero se les escapó de las manos.
Ya no responden, porque ha puesto al descubierto sus verdaderas motivaciones, y no tienen respuesta. Como de costumbre (otra vez: cf. 7,30; 8,20.59), apelan a la violencia, pero Jesús se les escapa.
Jesús sale definitivamente del templo, la ciudadela del sistema judío que rechaza al Mesías de modo irrevocable. Ya no volverá a tratar con los dirigentes, hasta que no llegue su hora, cuando lo detengan para matarlo (18,1ss). Jesús sale para marcharse más allá del Jordán, la nueva etapa de su éxodo.
SÍNTESIS
En este episodio, ante el interrogatorio oficial, define Jesús su condición de Mesías. Pero, en vez de aplicarse el título, se describe como el Hijo de Dios, es decir, como el Consagrado por el Padre por medio del Espíritu para una misión salvadora. Esta consagración confiere un dinamismo, que es la misma fuerza de Dios. De ahí que sus credenciales no sean jurídicas, sino que nazcan de su actividad, igual a la del Padre.
Las obras de Jesús, que realizan el plan creador, son las del Padre, cuyo amor comunica vida al hombre. No enseña doctrinas sobre Dios, muestra quién es a través de su acción misma. Se le enfrentan en la escena los dirigentes judíos, que de palabra respetan a Dios, mientras en su conducta son opresores del hombre.
En el trasfondo se oponen dos cadenas de realidades: vida (Dios), cuya actividad, el amor, produce vida: muerte, cuya actividad, el odio, produce muerte (8,44: homicida). Es la oposición entre Dios y <<el Enemigo>> (8,44), que se identifica con el poder del dinero (8,20).
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