sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,1

 <<Sí, os lo aseguro: Quien no entra por la puerta en el atrio de las ovejas, sino trepando por otro lado, ése es un ladrón y un bandido>>.

Reaparece el tema de las ovejas, ya insinuado en 2,15 (a todos los echó del templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes) y en 5,2 (la Ovejera), donde se identificaban con la muchedumbre de enfermos tirados en los pórticos de la piscina (5,3). Son, por tanto, el pueblo dominado por los dirigentes.

La declaración de Jesús se dirige a los mismos fariseos que lo acaban de interpelar. De hecho, la escena terminará con una división (10,19), paralela a la ocurrida anteriormente (9,16) y con una alusión a la curación del ciego (10,21; cf. 9,10.14). Jesús comienza una comparación alegórica cuyo significado, en el contexto, es claro. El atrio representa el templo o, más ampliamente, la institución judía, en la cual se han arrogado puestos de poder individuos que carecen de todo derecho y que son en realidad explotadores del pueblo (ladrones y bandidos).

Abre su exposición con un principio general: existe un solo modo legítimo de acercarse a las ovejas: entrando por la puerta del recinto donde se encuentran. Quien penetra por otro lado, no lo hace por amor a ellas, sino para explotarlas en propio beneficio. Éste es el pecado de los dirigentes.

<<Ladrón>>, término aplicado a los dirigentes y a Judas, es quien se apropia de lo que pertenece a todos (12,6 Lect.); se opone a lo que es Jesús y a lo que hace practicar a los suyos: hacer de todos los que pertenece a cada uno (6,11 Lect.). Ellos le quitan al pueblo lo que es suyo. Fue la denuncia hecha por Jesús en su primera visita al templo (2,13ss).

<<Bandido>>, que se aplica a los dirigentes y a Barrabás (18,40), es el que usa la violencia. Los dirigentes son homicidas (8,44) como van a probarlo con la muerte de Jesús (cf. 11,53; 12,10); ellos someten al pueblo con la violencia de sus sistema (7,13; 9,22: el miedo), reduciéndolo a un estado de muerte (5,3.21.25); la han usado para expulsar al ciego curado (9,34b).

La acusación de Jesús significa, por tanto, que los que se arrogan ser dirigentes del pueblo son explotadores (ladrones) que usan de la violencia (bandidos) para someter al pueblo manteniéndolo en un estado de miseria. Recuérdese que el Enemigo, <<el diablo>> padre de los dirigentes, que inspira su conducta, encarnado en el tesoro del templo, es el afán de lucro y el poder del dinero (8,20; 8,44a Lect.).

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