sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,27-28

 <<Las ovejas mías escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano>>.

Ante los dirigentes, que se niegan a responder a Jesús, describe él lo que significa ser de los suyos. Tienen por característica escuchar su voz, es decir, le prestan adhesión, no verbal ni de principio, sino de conducta y de vida (me siguen), comprometiéndose con él y como él a entregarse sin reservas al bien del hombre. El don de Jesús a los que lo siguen es la vida definitiva, el nuevo nacimiento por el Espíritu (3,3.5s), que acaba en ellos la obra creadora y les da la capacidad de hacerse hijos de Dios (1,12). Esos no se perderán nunca, pues la calidad de vida que él comunica supera la muerte (3,16; 8,51); pero, además, estarán al seguro (6,39; 10,9), no perecerán a manos de ladrones (10,10), ni serán arrebatados por el enemigo (cf. 10,12b), porque Jesús es el pastor que defiende a los suyos hasta dar la vida (10,11).

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