Entonces añadió Jesús: <<Pues sí, os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos, pero las ovejas no les han hecho caso>>.
En esta unidad utiliza Jesús de nuevo el símbolo de la puerta, pero aplicado ahora a sí mismo. Ha hablado de la puerta antigua, la del recinto de Israel, que sirve sólo para dejar entrar a Jesús y sacar las ovejas. Es una puerta cuyo papel habrá terminado una vez que se efectúe el éxodo del Mesías.
Se declara él ahora la nueva puerta, en primer lugar en relación con los dirigentes, en segundo lugar en relación con los que lo siguen.
En relación con los dirigentes, declara ser él el único lugar de acceso legítimo a las ovejas. Esta afirmación tiene dos sentidos: Primero, no hay ni ha habido legitimidad si no es en función del Mesías, como preparación a su venida, que era el papel de la Ley misma. Esto conduce al segundo sentido: sólo asumiendo la actitud del Mesías, la disposición a dar la vida, se puede tener acceso a las ovejas. Ellos habían concebido su relación con el pueblo como la de poder y dominio (cf. 4,46bss) que llevaban a la explotación y causaban la muerte (ladrones y bandidos). Hay que cambiar la concepción y la praxis. Entrar por Jesús significa poner el bien del hombre como valor supremo (8,31-32 Lect.) y, por tanto, entregarse sin límite a procurarlo. Quien no adopta ese principio es inevitablemente un opresor (8,46b Lect.).
La declaración de Jesús es muy dura. Los que se han atribuido ser líderes del pueblo han usado el dominio y la violencia para explotarlo (cf. 2,16). El present4e <<son>>, en lugar de un pasado, refiere el dicho de Jesús, sobre todo, a la época contemporánea suya. Pero las ovejas no les han hecho caso. El pueblo está sometido por el miedo (7,13; 9,22), no por convicción.
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