sábado, 1 de abril de 2023

Jn 13,34b

 <<igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros>>.

Jesús había ya presentado como norma para los discípulos la asimilación a su vida y a su muerte (6,53: Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros). Ahora especifica que la norma es su propia manera de proceder: el mandamiento nuevo consiste en amar como él los ha amado. Jesús es la meta que deben alcanzar. La salvación del hombre consiste en ser como él, el Hombre, cumbre de las posibilidades humanas, es decir, en el desarrollo de toda la capacidad de amar.

El punto de referencia, igual que yo os he amado, acaba de ser explicado por Jesús en las dos escenas precedentes: <<amar>> consiste en acoger, en ponerse al servicio de los demás, para darles dignidad y libertad por el amor (lavado de los pies), y eso sin límite ni discriminación alguna, con el respeto sumo a la libertad (episodio de Judas).

El mandamiento de Jesús está dirigido a los suyos, que han nacido de Dios por el Espíritu (1,13; 3,5s). Al nacer de Dios han recibido la capacidad de hacerse hijos de Dios (1,12), y se harán hijos de Dios al amar como ha amado Jesús, el Hijo: él mismo es el camino que han de recorrer (14,6). Éste es el contenido de su mandamiento.

Jesús es norma, no con palabras, sino con hechos. Ahora traduce los hechos en un principio: su actitud han de adoptarla ellos; el amor que él muestra y que es su gloria, ha de verificarse también en ellos (cf. 17,10: en ellos dejo manifiesta mi gloria). Este es el mandamiento nuevo: ser semejantes a Jesús en su amor sin límite.

El mandamiento es tan nuevo como el amor de Jesús. A lo más que había llegado el AT era a la formulación de Lv 19,18: <<No serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo...>>. Este mandamiento hacía al hombre norma del bien de su prójimo. En el amor, por tanto, se proyectaba el propio yo. Pero el hombre de <<carne>> no puede ser norma del bien del otro. Jesús, el Hombre acabado, que realiza el proyecto de Dios, es el único que muestra el verdadero ser del hombre. Él, que lo ama más que a su propia vida, va a llegar hasta el final del amor (13,1), sin escatimar nada, renunciando a todo interés y gloria propia. Sólo él puede ser la norma del amor. El que ama al otro como a sí mismo puede deformar según su propia deformación. Mirándose a sí mismo, limitado y egoísta, no puede llegar a saber lo que es realmente bueno para su prójimo.

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