<<Y para ir adonde yo me marcho, ya sabéis el camino>>.
Jesús va a abrir el camino, se va a constituir en camino hacia el Padre. Él se marcha con Dios (13,3) por el amor hasta la muerte, como lo ha mostrado en las escenas anteriores.
Aquí un diferenciado uso de los verbos: ir, admite una vuelta (14,3); marcharse, en cambio, denota la entrada en un estado definitivo, en la esfera divina, desde donde seguirá actuando. Ahí termina el camino. Los discípulos, capacitados por el don del Espíritu, han de aprender a amar hasta el final; ése será su camino. También ellos han de ir manifestando hasta dónde llega el amor de Dios al hombre. EL don de sí total los realizará plenamente y hará brillar en ellos la presencia de Dios.
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