<<No es que él pueda nada contra mí, sino que así comprenderá el mundo que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que mandó>>.
Jesús no está en absoluto sometido a tal poder, ni éste puede pretender autoridad sobre él, ni derecho a detenerlo y condenarlo. Pero va a aceptar el enfrentamiento para mostrar a la humanidad su amor al Padre, llevando a cabo su obra a costa de su propia vida (10,17: por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro). La muerte de Jesús debe convencer a todos de la autenticidad de su mensaje, de su fidelidad al que lo envió. Va a cumplir exactamente su encargo, liberando al hombre y comunicándole vida. Su fidelidad al Padre, no cediendo ni transigiendo en nada con el mundo, será la prueba de su amor.
Existe un claro paralelo entre esta frase: Así comprenderá el mundo que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que me mandó, y la de 8,28: Entonces comprenderéis que yo soy lo que soy y que no hago nada de por mí, sino que digo exactamente lo que me ha enseñado el Padre. El paralelo identifica en primer lugar a los dirigentes judíos, a quien Jesús se dirige en 8,28 con <<el mundo>> (14,31; cf. 8,23). Lo que éste ha de comprender se enuncia en un caso: <<que yo soy lo que soy>> (= el Mesías, cf. 8,24b Lect.) y, en el otro: <<que amo al Padre>>. Por último, en ambos casos se deduce que la actividad de Jesús tiene su origen en la misión recibida del Padre.
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