Le dice Pedro: <<Señor, ¿por qué razón no soy capaz de seguirte ya ahora? Daré mi vida por ti>>.
Pedro no se conforma. Da de nuevo a Jesús el título de <<Señor>> y le muestra su total adhesión, declarándose dispuesto a dar la vida por él, pero no se da por enterado del mandamiento del amor a los hermanos. Su vínculo es con el Señor y quiere sustituirlo a él en la muerte. Vuelve a singularizarse entre sus compañeros, queriendo mostrar una adhesión a Jesús mayor que la de ellos (21,15c Lect.). Por otra parte, cree que Jesús no lo conoce bien y que sólo él sabe sus propias posibilidades (cf. 21,15: tú lo sabes todo).
No entiende que no se trata de morir por Jesús, sino por el hombre. Pero Pedro, que no se deja amar, no deja tampoco amar, quiere impedir que Jesús muestre su amor al hombre. Para él una muerte equivale a la otra, porque no entiende el sentido de la de Jesús. La muerte de Pedro manifestaría su adhesión a su Señor, pero no el amor de Dios al hombre. Seguir a Jesús no consiste en dar la vida por él, sino en darla con él, el hombre que muere por el pueblo (11,50; 18,14; cf. 11,16 Lect.).
Su generosidad manifiesta su profunda incomprensión, pues nadie puede sustituir a Jesús en su función liberadora y manifestadora del amor del Padre. Solamente él es uno con el Padre (10,30); nadie puede ocupar su puesto.
Como en el lavado de los pies, Pedro considera a Jesús como el líder; allí le parecía impropio que el líder sirviera a los súbditos; aquí, en cambio, estima que el subordinado debe dar su vida por el jefe. Jesús no les ha pedido nada para sí, su mandamiento es el amor de unos a otros; Pedro, en cambio, se empeña en mostrar su adhesión a Jesús sin acordarse del mandamiento.
Por segunda vez (cf. 13,8) utiliza Jn el sobrenombre Pedro aisladamente, sin que acompañe al nombre de Simón. Como la vez anterior, esto sucede cuando Pedro muestra su indocilidad a Jesús. Hasta ahora, por tanto, el sobrenombre (Piedra) parece describir su obstinación. Esta interpretación quedará confirmada por su uso en el cap. 18.
Pedro cree que Jesús va a recorrer un camino y llegar a un final que él conoce. Para él, la muerte de Jesús es como otra cualquiera y, llevado de su idea mesiánica, quiere evitarla. Él se ofrece como rescate. No ha caído en la cuenta de que Jesús traza el camino, por ser él mismo el camino (14,6). No entiende que el camino hacia Dios es el camino hacia el hombre; la máxima solidaridad con el hombre, que Jesús va a mostrar en su muerte, es el punto de llegada a Dios o el punto donde Dios se hace presente, manifestando su amor. En su muerte, Jesús e hace el don supremo de Dios a la humanidad. No es tanto la entrega del hombre a Dios cuanto la de Dios al hombre. Tal ha sido la actitud de Jesús al distribuir el pan (6,11) y al lavar los pies de sus discípulos (13,5), la que va a culminar en su muerte.
Siguiendo a Jesús, el hombre no se sacrifica a Dios, sino que se hace don suyo a los demás hombres, como Dios mismo, por el Espíritu, se hace don al hombre. El hombre termina de recorrer su camino cuando llega a ser don total de Dios a los demás.
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