viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,25

 <<Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los libros que se escribieran no cabrían en el mundo>>.

La hipérbole usada tiene su sentido. Declara que lo escrito es sólo una muestra de las muchas cosas que hizo Jesús. No interesa saber, por tanto, todo lo que hizo, sino penetrar su significado.

En el primer colofón se afirmaba que el escrito ofrece datos suficientes para dar la adhesión a Jesús como Mesías e Hijo de Dios (20,31). La declaración es aquí más explícita: para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta llegar a su interior y comprender su significado esencial. Importa conocer cuál es la incidencia de Jesús sobre el hombre y su vida; la obra ha condensado la vida de Jesús, pero ha dado su entero mensaje, expresado íntegramente en el mandamiento del amor. Por eso ha expuesto su figura como la manifestación y realización del amor de Dios al hombre.

SÍNTESIS

La comunidad define la obra del evangelista como un testimonio y se hace garante de su veracidad; con esto afirma tener una experiencia propia, que confirma la verdad del testimonio, e invita a participar de ella.

Testimonio es la declaración del que ha presenciado un hecho o tiene experiencia directa de algo ocurrido. Pero el testimonio acerca de Jesús no se limita a declarar que ciertos hechos, materialmente presenciados, se han verificado; se refiere al efecto que éstos han producido en el testigo.

Así, el evangelista, testigo de la muerte de Jesús (19,35), ve en lo sucedido el cumplimiento de profecías (19,36-37); esto supone una visión que va más allá de lo inmediatamente perceptible. Percibe esa muerte como un acto de amor y una fuerza que se comunica, y expresa esa experiencia bajo los símbolos de la sangre y el agua que salen del costado.

De modo semejante, el testimonio de la comunidad, que ratifica el del evangelista, extendiéndolo a la obra entera (21,24), no es tampoco una constatación material de la correspondencia exacta de los hechos narrados con episodios de la vida de Jesús, sino que se sitúa en la misma línea de experiencia. Habiendo aceptado el testimonio dado por el evangelista, ha llegado a una vivencia semejante, que le confirma la veracidad del primer testigo.

De hecho, para poder dar esta clase de testimonio hay que entrar en la esfera de Jesús, la del amor, mediante la opción en favor del hombre. Para ser testigo de que Jesús es el enviado de Dios hay que haber aceptado su obra y experimentado su eficacia (3,34; 17,6-8). No hay testimonio humano que pueda llevar a esa certeza (5,34), sólo es válido el testimonio del Padre (5,32.36s), que en sus obras manifiesta la actividad de su Espíritu; éstas son las obras de Jesús, que continúan y despliegan la eficacia de su obra suprema, su muerte en cruz, fuente de vida; ellas transforman al hombre, y la experiencia de esa transformación es el contenido del testimonio (cf. 1,16).

El evangelio, por tanto, no pretende ser una mera enseñanza doctrinal o la exposición de una ideología, ni tampoco la formulación jurídica de una norma de vida a la que hay que ajustarse. Es, ante todo, el testimonio de una comunidad que se ha visto transformada por el seguimiento de Jesús, es decir, por una experiencia de amor, a través de la cual ha descubierto que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20,31 Lect.).

La experiencia es intransferible. El testimonio sólo pretende, por tanto, invitar al encuentro con Jesús, que producirá una experiencia semejante en el que acepta su Espíritu y practica el amor.

Jesús no es una figura del pasado, sigue presente entre los suyos como centro de donde irradia la vida de su comunidad y la capacita para entregarse como él al servicio del hombre hasta la muerte.

No basta, para llegar a la adhesión a Jesús, la mera reconstrucción histórica de su actividad y enseñanza, si por ello se entiende hacer la crónica de su vida. El hecho cristiano se remite, sin duda alguna, al personaje histórico Jesús, que murió condenado en la cruz por las autoridades de su tiempo. Pero su verdadera dimensión histórica se expresa en la capacidad transformadora que deriva de aquel acontecimiento. Queda anclado en la historia, pero no aprisionado en su momento histórico ni encerrado en un período. El lugar natural de su manifestación y presencia es la comunidad humana que a él se remite. Aceptando el testimonio de aquellos que han experimentado su acción transformadora, se puede llegar, por el encuentro con él, a la misma experiencia.

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