<<Así ya por tercera vez se manifestó Jesús a los discípulos después de levantarse de la muerte>>.
La tercera vez es la definitiva, la que va a durar para siempre, por eso esta manifestación es modelo para la vida de la comunidad. De hecho, la expresión por tercera vez asimila este episodio a los dos programáticos que habían aparecido en <<el día del Mesías>>. El de Caná, <<principio de las señales>>, abría la manifestación del amor de Jesús (2,11), que había de culminar en <<su hora>> (2,4), la de la cruz. El del funcionario, donde por primera vez aparecía el tema de la vida que vence la muerte, era calificado de <<segunda señal>> (4,54), y abría el ciclo del hombre. Este tercer episodio es también programático, por describir la vida de la comunidad en la misión y en la eucaristía, que constituyen su historia. Aquí fluye el vino del amor de Jesús y del Padre, en el don incesante del Espíritu (2,1-11), y existe y se propaga la vida que vence la muerte (4,46b-54).
SÍNTESIS
La vida de la comunidad cristiana presenta una alternancia entre <<dentro>> y <<fuera>>, entre vida en común y actividad de la misión. La presencia de Jesús se requiere tanto en la una como en la otra; la misión sin él está destinada al fracaso.
Los discípulos saben que la presencia y actividad de Jesús es necesaria para que su misión sea fecunda, pero no por eso trabajan como siervos o empleados de un señor; lo hacen como hombres libres unidos a Jesús por un vínculo de amistad. Jesús está presente como un amigo que colabora con los suyos y que se pone a su servicio para comunicarles vida y dar fecundidad a su esfuerzo.
El fruto de la misión depende de la docilidad a la palabra de Jesús; ésta es mensaje de amor que pide la decisión de seguirlo hasta dar la vida, y es orientación para el campo de trabajo.
La misión cristiana, que se realiza en unión con Jesús, termina en la comunión del grupo con él en la eucaristía. En ella ofrece él su alimento, que es su misma persona, al que se integra la aportación de los discípulos, la de sus propias personas. Se verifica así la unión de la comunidad con Jesús en la sintonía del amor.
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