<<Subió entonces Simón Pedro y tiró hasta tierra de la red repleta de peces grandes, ciento cincuenta y tres; a pesar de ser tantos, no se rompió la red>>.
Jesús había dado el encargo en plural: Traed, pero Simón Pedro se singulariza de nuevo (21,3: Me marcho a pescar; 21,7: se tiró al mar) y lo ejecuta solo. Él, que había arrastrado al grupo a la pesca infructuosa, ahora, que ha aceptado el servicio hasta la muerte, toma una vez más la iniciativa para llevar los peces a Jesús. Tampoco responde Jesús a este gesto.
La frase Subió entonces Simón Pedro, donde el verbo <<subir>> no lleva complemento alguno, resulta enigmática. Se contrapone, sin duda, a la anterior: Se tiró al mar (21,7b). Así como <<tirarse al mar>> expresaba su aceptación del servicio hasta la muerte, <<subir/salir>> del agua es señal de la nueva actitud de Pedro. Ésta le permite tirar de la red.
La red estaba repleta de peces; Jn indica, por una parte, su número: ciento cincuenta y tres; por otra, su tamaño: grandes.
El significado de la cifra puede aclararse atendiendo a los datos del evangelio y al lenguaje de aquella cultura. Ciento cincuenta y tres es la suma de tres grupos de cincuenta más un tres que es precisamente el multiplicador. El número cincuenta, puesto en relación con los cinco mil del episodio de los panes, designa una comunidad como profética, la comunidad del Espíritu (6,10 Lect.). Cada grupo de cincuenta peces <<grandes>> corresponde, pues, a una comunidad de <<hombres adultos>> (6,10; cf. 9,20-21), es decir, terminados de crear por el Espíritu.
El número tres, que multiplica las comunidades, es el de la divinidad, y aquí podría representar a Jesús (20,28: ¡Señor mío y Dios mío!). La cifra ciento cincuenta y tres indicaría, por tanto, que las comunidades del Espíritu (el fruto) se multiplican en proporción exacta de su presencia.
A pesar de la cantidad de peces, no se rompe la red. El verbo <<romper>> es el mismo que se ha usado en el episodio de los soldados después de la crucifixión, cuando proponen respetar la integridad de la túnica (19,24: No la dividamos). En la pesca se encuentra, pues, un significado paralelo al de aquella escena. Allí el manto dividido en cuatro partes indicaba la universalidad de las comunidades esparcidas por el mundo entero, mientras la túnica indivisa indicaba su unidad interna. En este lugar, las comunidades están representadas por los tres grupos de cincuenta, mientras la red que no se rompa simboliza su unidad, por la que Jesús había rogado y que sería el signo distintivo de los discípulos (17,21: que sean todos uno; cf. 13,35).
La presencia de Jesús, que multiplica el fruto, culmina en la eucaristía. La misión es inseparable de ella, pues la respuesta del discípulo al don de Jesús es la asimilación a su vida y muerte, en el don de sí hasta el final (6,53-58; 13,15.34s).
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