<<Sí, te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres>>.
Jesús, que ha exhortado a Pedro a demostrarse su amistad entregándose al servicio del hombre, dispuesto a dar incluso su vida, le predice ahora qué va a significar en concreto su aceptación: dará la vida en la cruz, como él la ha dado. Pedro llegará a morir con Jesús como los dos que fueron crucificados con él (19,18.32). Así se asociará hasta el final a la misión del pastor.
<<Extender los brazos>> se refiere probablemente a la costumbre de que los que iban a ser crucificados llevasen sobre los hombros el travesaño de la cruz; el cinturón sería la cuerda atada a la cintura con que eran conducidos.
Jesús caracteriza al Pedro de pasado (Cuando eras joven) como al que actuaba a su arbitrio, sin ir guiado por un objetivo (ibas adonde querías). Le anuncia, sin embargo, un hecho futuro (cuando llegues a viejo) que condiciona su presente (adonde no quieres). Pedro no puede obrar ya sin orientación; tiene que aceptar desde ahora la suerte que le espera en el seguimiento de Jesús y obrar coherentemente, aunque le cueste (adonde no quieres). Si la cruz, el suplicio infamante, va a ser el desenlace de su vida, ya desde ahora debe renunciar a todo afán de ser protagonista. Y ha de orientar su vida hacia un servicio que pueda culminar, como el de Jesús, en la suprema manifestación de su amor por el hombre.
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