<<Tú sígueme a mí>>.
Jesús repite con mayor énfasis su invitación anterior (20,19). No admite que se le pueda seguir a través de un intermediario, aunque sea el discípulo modelo, el más cercano a él. Pedro dudaba del amor de Jesús, que lo quiere consigo, inmediato a él, como lo estaba el otro discípulo en la Cena (13,23). Debe responder a la cercanía e intimidad que Jesús le ofrece y responde a ella siguiéndolo: Jesús es el único camino hacia el Padre (14,6). Cada discípulo está unido directamente a él, es objeto de su amor y recibe de Jesús el Espíritu que identifica con él e impulsa a seguirlo. Seguir a otro discípulo acabaría en el fracaso; todo intermediario impediría la comunicación íntima que Jesús establece con los suyos (10,14s; 14,21). Sólo él conoce a cada uno por su nombre (10,3), penetra en su interior (2,25) y puede comunicarle la fuerza de su amor. No se puede tener otro guía, ni siquiera el más cercano a Jesús.
Los discípulos coinciden todos en la dirección del seguimiento, detrás de Jesús, el único modelo, para llegar a la entrega total. En la tarea común, que cumple la misión encomendada, trabajando en favor del hombre (9,4), cada uno va expresando su propia respuesta.
La escena caracteriza la vida del discípulo como un compromiso con Jesús (seguir) que nace de la vinculación a él (a mí) y que se ejerce en la libertad ( ¿a ti qué te importa?). Jesús afirma de nuevo ser el centro de la comunidad. Los vínculos entre los suyos, que la forman, son los del amor y la entrega mutua.
En la escena anterior (21,15-19a) Pedro había aceptado a Jesús como Señor: el que demuestra su amor a los suyos levantándolos a su nivel (21,17a; 13,5 Lects.). Ahora ha de aceptarlo también como único Maestro: el que enseña y capacita a cada uno a amar como él ha amado (13,14s).
Jesús ha respondido a <<Pedro>>; la mención del sobrenombre sólo deja el episodio abierto al futuro: la respuesta a la invitación de Jesús la dará la historia personal del discípulo.
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