<<Simón de Juan>>.
El evangelio se acerca a su término. Nunca ha llamado Jesús a Pedro por su sobrenombre, ni lo llamará en lo que resta. Vuelve a utilizar el apelativo que había empleado en su primera entrevista, aunque simplificado (1,42: el hijo de Juan). Como allí se vio, alude en primer lugar a la relación de Pedro con Juan Bautista. Pedro, que era discípulo del Bautista y que, por tanto, había roto con la institución judía, no había escuchado, sin embargo, su testimonio acerca del Mesías (1,42 Lect.). La postura de Pedro era así la del reformista: rechazando la situación existente, esperaba un Mesías triunfador que tomase el poder para renovar las instituciones. Manifestaba una adhesión absoluta a ese tipo de Mesías, estando dispuesto a dar la vida por él (13,37 Lect.) y de hecho arriesgándola en el huerto (18,10). No había aceptado, sin embargo, al Mesías-servidor que, en lugar de dominar por la fuerza, se pone al servicio de los hombres hasta dar la vida por ellos (13,6-8). Reconocía en Jesús un Señor, al estilo del mundo (cf. 18,36), no un servidor y amigo (15,13,15). No admitía que se pusiera a su nivel.
Esta mentalidad de Pedro lo había llevado a singularizarse entre los demás, queriendo manifestar en cada ocasión su adhesión a Jesús por encima de sus compañeros. Así, se hizo portador de la profesión de lealtad del grupo (6,68s), que Jesús acogió con una nota de pesimismo (6,70 Lect.). En el lavado de los pies, no acepta, como los demás, el servicio de Jesús; pretende salir por los derechos del <<Señor>> (13,6) e impedir que se rebaje, mereciéndose una advertencia severa por parte de Jesús (13,8). Más tarde, durante la misma Cena, cuando Jesús declara a todos que no pueden ir por el momento adonde está él, Pedro, en contraste con los otros, que aceptan el dicho de Jesús, vuelve a ponerse en primer plano, afirmando poder seguirlo y estar dispuesto incluso a dar la vida por él; esto le valió la predicción de sus negaciones (13,33.36-38). En el huerto, a pesar de la recomendación de Jesús (18,8: dejad que se marchen éstos), en lugar de marcharse pretendió defender al mismo Jesús, quien le reprochó su incomprensión del designio del Padre (18,10s). Intentando seguir a Jesús sin ser capaz de ello (cf. 13,36), acabó negándolo tres veces por miedo a confesarse discípulo (18,15-18.25-27).
A pesar del fracaso revelado en sus negaciones, ahora, en la misión, ha vuelto a tomar la iniciativa, a la que se han sumado sus compañeros (21,3), y, al final, cuando Jesús pide a todos que le lleven pescado, Pedro vuelve a encargarse solo de la tarea (21,11).
En todas estas escenas aparece Pedro con una actitud insolidaria; pretende destacarse del grupo ostentando ser el primero en su adhesión a Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario