El discípulo aquel a quien Jesús quería le dice entonces a Pedro: <<Es el Señor>>.
El sorprendente resultado de la indicación de Jesús hace que un discípulo lo reconozca. Es el discípulo a quien Jesús quería, que, como se ha visto, ha aparecido ya en tres ocasiones en contraste con Pedro (13,23; 18,15 Lect.; 20,2). Este discípulo reconoce la presencia del Señor en la abundancia de la pesca, es decir, en el fruto de la misión (15,5). El que fue testigo de la vida que brota de Jesús en la cruz (19,35) reconoce el fruto de vida.
Como en el sepulcro, está en contraste con Pedro. Ante las mismas señales, sólo este discípulo creyó que Jesús vivía (20,8). Ante la misma pesca, él descubre la presencia del Señor y Pedro no. Sólo el que tiene experiencia del amor de Jesús sabe leer las señales. La fecundidad de la misión es señal de Jesús presente, como la infecundidad delataba su ausencia, es decir, la falta de práctica de su mensaje.
Aparece de nuevo el sobrenombre aislado (Pedro), indicando que el discípulo no ha dado aún el paso decisivo, aceptando el servicio hasta la muerte por amor al hombre, siguiendo a Jesús. El evangelista no recuerda en este momento, cuando va a cambiar de actitud.
El otro discípulo comunica su intuición a Pedro. Así el narrador centra la atención sobre éste, para hacer resaltar la acción que sigue.
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