y empezaron a dar gritos: <<¡Sálvanos! ¡Bendito el que llega en el nombre del Señor, el rey de Israel!>>.
La multitud se pone a dar gritos, expresando su anhelo de salvación como si esperase el grito de vida que Jesús lanzó ante la tumba de Lázaro. A estas aclamaciones responderán más tarde los sumos sacerdotes con gritos de muerte contra Jesús (19,15).
La salvación se espera de Dios (Sal 118,25), pero se realizará por medio del Mesías; así recibe la multitud a Jesús, como al enviado que llega con la autoridad de Dios mismo para ejecutar su obra. Lo aclaman como rey mesiánico.
El título <<rey de Israel>> había sido aplicado a Jesús por Natanael, interpetando el de <<Hijo de Dios>> (1,49 Lect.). El pueblo lo aclama ahora como <<el rey de Israel>>, el esperado. Se ha realizado lo que pretendía Juan con su actividad (1,31: para que se manifieste a Israel), pero la reacción de la multitud queda dentro de un horizonte nacionalista (el rey de Israel).
El título mesiánico que le dan constituirá la acusación que lo llevará a la muerte (19,19). La multitud que lo aclama es la de los israelitas que han reaccionado en Jesús al Mesías liberador. Ellos son Israel y Jesús es su rey. La aclamación Hòsanna (Sálvanos), Bendito el que llega, etc., pertenece al Sal 118,25s, donde se dirige al vencedor. Jesús es recibido como vencedor, por su victoria sobre la muerte (12,17).
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