domingo, 19 de febrero de 2023

Jn 12,35

 Les contestó Jesús: <<Todavía un poco de tiempo va a estar la luz entre vosotros, caminad mientras tenéis la luz, para que no os coja la tiniebla, pues el que camina en la tiniebla no sabe adónde va>>.

Jesús vuelve a advertirles la urgencia de la opción; el tiempo apremia (cf. 7,33). Es ya el último aviso, luego se consumará la ruptura (12,37ss). Los exhorta a la reflexión. Ellos, víctimas del sistema de poder, esperaban la liberación, pero, siguiendo los falsos ideales (tiniebla/mentira) propuestos por los dirigentes (12,34: hemos aprendido de la Ley), la esperan de otro poder y no aceptan la que les ofrece Jesús. Habían dado el primer paso, acercándose a él; los exhorta a seguir el camino que habían empezado, mientras él, la luz de la vida, está presente.

La tiniebla los circunda y está al acecho, y van a tener por poco tiempo la luz que les permite salir de ella: cuando lo prendan a él, no habrá opción posible para Israel como pueblo. Los dirigentes la habrán hecho en su lugar. Jesús exhorta al pueblo a separarse de los dirigentes, que han optado contra la vida (11,53); a salir del pecado que los lleva a la muerte (8,21).

Este pasaje se refiere directamente a 8,12: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en la tiniebla, tendrá la luz de la vida. La exhortación a caminar y la oposición tiniebla-luz ponen en relación estrecha ambos dichos de Jesús. Vuelve a presentarles la opción allí propuesta, pero con mayor urgencia (poco tiempo). La luz significa la salvación, el Mesías como alternativa y como Ley. Pero ellos han opuesto su propia Ley, que los mantiene en la tiniebla.

Si cae de nuevo e irremediablemente bajo el dominio de la mentira, Israel quedará ciego y perderá el rumbo (el que camina en la tiniebla no sabe adónde va), no habrá meta (8,12).

La salvación viene repetidamente anunciada en Isaías bajo la metáfora de <<la luz>> (Is 2,5; 9,1; 42,16; 59,9-10; 60,1-3.19-28). La luz, al mismo tiempo que ilumina, congrega (2,5: <<Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor>>). La salvación se ofrece en términos de liberación (9,1: <<El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz>>) y el que cumpla esta promesa será un sucesor de David (9,5s). Una salvación semejante se atribuye en Isaías a la obra de Dios por medio de su Siervo (42,16: <<Conduciré a los ciegos por un camino que desconocen, los guiaré por senderos que ignoran. Ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano>>). La luz brillará en la Jerusalén ideal, centro de convergencia de todas las naciones, que ofrecerá una salvación universal (60, 1-3: <<¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!>>, etc.). La luz será el Señor mismo (60,19: <<Será el Señor tu luz perpetua>>).

Por lo contrario, la situación del pueblo alejado de Dios se describe como estar en la tiniebla (59, 9-10: <<Por eso está lejos de nosotros el derecho y no nos alcanza la justica: esperamos la luz, y vienen tinieblas; claridad, y caminos a oscuras. Como ciegos vamos palpando la pared, andamos a tientas como gente sin vista; en pleno día tropezamos como al anochecer, en pleno vigor estamos como muertos>>).

En el episodio de Nicodemo, el Hombre levantado en alto era punto de referencia, ofrecimiento de salvación para todos (3,14s); ante él, como luz, se dividían las opciones (3,19-21). En este episodio, en cambio, el Hombre levantado aparece como centro de atracción y de convergencia, en paralelo con la luz de Is 2,5; 60,1ss. En ambos casos, el obstáculo para aceptar a Jesús, el Hombre, es la Ley (3,10 Lect.).

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