sábado, 4 de febrero de 2023

Jn 12,2

 Le ofrecieron allí una cena, y Marta servía; Lázaro era uno de los que estaban reclinados con él a la mesa.

Fuera de este pasaje, la palabra <<cena>> aparece solamente en 13,2.4; 21,20, referida siempre a la última cena. La cena de Betania se identifica, por tanto, en cierto modo con aquélla, donde se da el mandamiento que interpreta la eucaristía (13,34s). Esta cena o celebración es una acción de gracias a Jesús por el don de la vida. La celebración cristiana no se dirige a un Jesús ausente o distante, sin presente y participante.

La frase inicial es solemne: Le ofrecieron allí una cena. El sujeto indeterminado incluye a la entera comunidad, cuyo anonimato permite la aplicación a todos los tiempos. El mismo valor tiene la localización allí, que equivale a Betania, lugar simbólico que representa a la comunidad de discípulos.

Los personajes establecen relaciones diversas, mostrando ser figuras complementarias: Marta sirve; aunque sólo se ha nombrado a Jesús, el amor a él lleva al amor a los demás (14,15). Lázaro, el comensal pasivo, está en relación exclusiva con Jesús (estaba reclinado con él a la mesa). 

Esta celebración de la comunidad cristiana sustituye al banquete fúnebre. Quitada la piedra que separaba a los muertos de los vivos, y desatado Lázaro, éste puede estar presente en la cena. Lo había dejado marcharse con el Padre, pero por eso mismo está presente en la comunidad, lugar de la presencia del Padre (14,23). Recuperada de su tristeza la comunidad celebra la vida recibida, reconocida en Jesús como su fuente y en Lázaro como beneficiario. De ahí que el banquete en memoria de un muerto se convierta en acción de gracias para celebrar la presencia del dador de vida y la victoria sobre la muerte.

Este banquete, como la eucaristía misma, anticipa también en cierto modo el banquete final, cuyos comensales serán todos los que han recibido la vida definitiva.

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