domingo, 19 de febrero de 2023

Jn 12,32-33

 <<pues yo, cuando sea levantado de la tierra, tiraré de todos hacia mí>>. Esto lo decía indicando con qué clase de muerte iba a morir.

El mismo acto de levantar a Jesús sellará la sentencia del orden injusto. En ese momento, que será el de la manifestación esplendente del amor de Dios al hombre y el del don de la vida, se convertirá Jesús en el centro de atracción, comenzará el fruto. Ser levantado en alto no significa simplemente morir, sino convertirse en potencia vivificante, salvadora de la muerte. Jesús levantado será un signo visible, la señal de la vida en medio de un campo de muerte (3,14s), la gran demostración del amor de Dios, que da a su Hijo único para salvar a la humanidad (3,16s). Cuando lo levanten en alto podrán ver los hombres al Padre, el Dios que es amor y vida para el hombre, manifestado en él (8,28).

Existe una notable coincidencia de vocabulario y de conceptos entre este pasaje y 1 Sm 2,1-10. Se expone allí cómo el Señor acude en ayuda del humilde, oponiéndose a sus enemigos (2,1.8.10), y lo hace sentar en un trono de gloria (2,8 doxa, LXX). Dios truena desde el cielo, desbarata a sus contrarios y es juez de toda la tierra dando fuerza a su rey y exaltando el poder de su Ungido (= su Mesías).

En este pasaje la voz-trueno ha sido la respuesta de Dios a la petición angustiada de Jesús (12,27), el Padre va a manifestar su gloria en su Hijo, el perseguido (12,28); la voz-trueno es al mismo tiempo una advertencia a los que no lo aceptan (12,30); se realiza la sentencia del mundo (12,31). El rey recibe fuerza, para atraer a todos (12,13); el Ungido/Mesías (12,34) va a ser exaltado (12,32), pues al ser levantado en alto brillará la gloria de su amor.

Jesús no habla abiertamente de la cruz; se refiere a ella de manera velada, pero inteligible, asociándole la idea de exaltación. 

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Jn 21,24-25

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