Buscaban a Jesús y comentaban entre ellos, sin moverse del templo: <<¿Qué os parece?, ¿que no vendrá a las fiestas?>>.
Esperaban encontrar a Jesús en la ciudad; ahora, para las ceremonias de la purificación, permanecen en el templo, en el atrio (10,1) donde están las ovejas que el ladrón roba, sacrifica y destruye (10,10).
La figura de Jesús está en boca de todos. Se preguntan si tendrá valor para ir a las fiestas. Ellos, sometidos a sus instituciones, buscan, sin embargo, a Jesús, que se ha colocado frente a ellas y frente a los dirigentes. Pero no pueden salir solos del recinto donde se encuentran, siguen sumisos, sufriendo la explotación. Sólo Jesús puede sacarlos de allí (10,3-4).
Es ésta la última escena situada en el templo. En lo sucesivo será mencionado una sola vez, por Jesús ante Anás, refiriéndose a su enseñanza pasada (18,20).
Jesús no irá a esta fiesta, que, en la narración evangélica, nunca será celebrada. Él ha de celebrar su propia Pascua.
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