sábado, 11 de febrero de 2023

Jn 12,27a

 <<Ahora me siento fuertemente agitado>>.

El texto griego pone en relación la agitación de Jesús con su frase anterior: despreciar la propia vida en medio del orden este. Jesús ha desafiado la institución judía (en medio del orden este) y su actitud le va a costar la vida. Ahora su ser protesta, se agita, oponiéndose a esa muerte. Él es la vida, la antítesis de la muerte. Pero, además, la suya no va a ser una muerte natural, sino prematura, en la flor de la vida (cf. 8,57), consecuencia de su oposición <<al orden este>>. Arriesgar la vida, aceptar el sufrimiento, es duro. Jesús no es un estoico; sufrir no es fácil tampoco para él, por eso es <<el Hombre>>. <<La carne>> se rebela ante la muerte violenta y, a mayor plenitud de vida, más fuerte es su rebelión. El Espíritu no suprime la condición de hombre; al contrario, hace amar profundamente la realidad humana, creación de Dios que el Espíritu lleva a su plenitud. Por eso la confianza suprema en Dios y la certeza de la continuidad de la vida (12,25: la conserva para una vida definitiva) no impiden el desgarro de esa muerte.

La muerte de Jesús será efecto del paroxismo del odio y del máximo de la injusticia. Él, que ofrece amor y vida, se ve rechazado, condenado a muerte por los suyos. Su agitación expresa también el horror que siente el amor ante el odio.

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Jn 21,24-25

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