Daba testimonio la gente que había estado con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro levantándolo de la muerte. Precisamente por eso le salió al encuentro la multitud, por haberse enterado de que había realizado aquella señal.
Vuelve a describirse la escena inicial añadiendo algunos detalles y precisando el motivo de las aclamaciones. Jesús llegaba a la ciudad acompañado de un grupo de testigos presenciales de lo sucedido en Betania, y éstos seguían dando testimonio.
Jn recuerda aquí la voz de Jesús que llamó a Lázaro a que saliera del sepulcro. La multitud sabe de esa voz y de su efecto, y sale a su encuentro. Son los muertos que oyen su voz, porque ya ha llegado la hora (5,25); los que la escuchen tendrán vida. La señal de Lázaro suscita una esperanza de liberación.
Ir al encuentro de Jesús equivale a salir de la capital, la sede de las instituciones opresoras (10,3.4) y, en particular, alejarse del templo. A los que habían acudido con ocasión de la fiesta, centrada en el templo, su presencia los hace salir; se ha acercado a la ciudad (12,12: que Jesús llegaba a Jerusalén), pero para vaciarla (cf. 12,19).
Por primera vez acepta Jesús la condición de rey mesiánico, cuya misión es liberar y reunir (10,16; 11,52; cf. Sof 3,18s: <<Apartaré de ti la desgracia y el oprobio que pesa sobre ti; entonces yo mismo me encargaré de tus opresores, salvaré a los inválidos, reuniré a los dispersos, les daré fama y renombre en la tierra donde ahora los desprecian>>).
Este poder de convocatoria de Jesús está indicado literalmente por la estructura concéntrica del pasaje, donde aparecen, en primer lugar, la multitud y su aclamación (12,12-13), en el centro la figura de Jesús con su grupo (12,14-17), para terminar de nuevo con la mención de la multitud y el motivo de la aclamación (12,18).
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