sábado, 11 de febrero de 2023

Jn 12,26b

 <<y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda>>

Jesús está en la esfera del Espíritu, que es la de Dios (7,34; 8,23 Lects). Quien se decide a seguirlo entra en esa esfera divina. Estar donde está Jesús significa permanecer unido a él, permanecer en su amor (15,b.9b); pero no de modo estático, sino dinámico, dejándose llevar del Espíritu, que es amor y entrega (15,10.12.13). La capacidad de amar, que en Jesús es plena desde el principio, ha de ser desarrollada en el discípulo por el ejercicio y la actividad. Así va siguiendo a Jesús, hasta alcanzar como meta un amor como el suyo (13,34; 17,24).

Jesús <<el Hijo>> tiene su lugar propio en el hogar del Padre. La adhesión dinámica del seguimiento hace al hombre hijo de Dios (1,12; 14,6 Lect.); por ella va adquiriendo su semejanza con el Padre hasta que, en el don total, la presencia del Padre sea plena en él. Llega así a realizar en sí mismo el proyecto creador.

El lugar de Jesús es, por tanto, el de la plenitud del amor que va a demostrar en la cruz, de donde brotará el fruto y desde donde tirará de todos hacia sí. La comunidad, que debe ser fecunda, lo será en ese seguimiento, estando donde está él, viviendo en el don continuo y total. La muerte será el último acto del don hecho en cada momento.

En una ocasión anterior había dicho Jesús a los dirigentes judíos que no eran capaces de ir adonde él está (7,34), porque ellos habían elegido el camino contrario al del amor al hombre. Por eso su pecado, la opresión que ejercen y la injusticia que cometen, los lleva a la muerte (8,21-24). Sólo hay vida, realización del hombre, donde hay amor. Esta frase explica la anterior: Despreciar la propia vida ... es conservarse para una vida definitiva.

El hombre libre creado por Jesús es dueño de su vida y por eso puede darla (8,32 Lect.). Lo que posee es su presente, y en cada presente puede entregarse del todo. Tal es el sentido de <<morir>>: ir entregando la propia vida, no porque otros la arrebaten, sino libremente como don de sí. Cuando el hombre va dando su vida, el Padre, por su medio, va comunicando vida a otros y acrecentándola en el hombre mismo, que se hace semejante a él. Vivir es dar vida; la vida se tiene en la medida en que se da.

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Jn 21,24-25

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