Una multitud de judíos del régimen se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había levantado de la muerte.
Jesús estaba <<allí>>. Esta determinación local recoge la de la perícopa anterior (12,2: le ofrecieron allí una cena) e indica el lugar de la comunidad cristiana, donde se celebra la vida rindiendo homenaje a Jesús presente.
El hecho de Lázaro tiene una vasta repercusión entre <<los Judíos>>. Con su obra, Jesús ha creado la esperanza. La vida que reina en su comunidad atrae a los que nunca la habían conocido por estar integrados en un sistema de muerte. La comunidad da testimonio ante el mundo, antes que con las palabras, con su nueva realidad. Lázaro, el muerto vivo, se convierte en figura de la comunidad cristiana, la de <<los resucitados de la muerte>>. El mundo futuro está presente en la historia.
Con su manera de proceder, la comunidad afirma que ha terminado la expectación, que la etapa definitiva ha llegado. Esto se percibe en la celebración de la comunidad en Betania, adonde va una multitud de judíos; allí el rito fúnebre ha quedado sustituido por la acción de gracias. Esta fe en la vida definitiva como presente da a la comunidad su fisonomía, consuma su ruptura con el pasado y la hace testigo de la salvación. La nueva realidad invalida toda la institución judía.
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