<<Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo caído en la tierra no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto>>.
En esta declaración solemne y central explica Jesús cómo se producirá el fruto de la misión, suya y de los discípulos (cf. 17,18: Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo loes he enviado a ellos al mundo; cf 20,21).
No se puede producir vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y no brota si el amor no es pleno, si no llega al don total. Amar es darse sin escatimar; hasta desaparecer, si es necesario, como individuo y como comunidad. Jesús va a entregarse por sus ovejas (10,11), ha aceptado la muerte y prevé ya el fruto.
En la metáfora del grano que muere en la tierra, la muerte es la condición para que se libere toda la energía vital que contiene; la vida allí encerrada se manifiesta de una forma nueva. Jesús afirma que el hombre posee muchas más potencialidades de las que aparecen, y que solamente el don de sí total las libera para que ejerzan toda su eficacia. El fruto comienza en el mismo grano que muere.
La muerte de que habla Jesús no es suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí ismo. Es el último acto de una donación constante, que sella definitivamente la entrega haciéndola irreversible.
En el contexto del acercamiento de los paganos muestra Jesús que ellos van a ser el fruto. Los griegos y la multitud son una anticipación y una promesa de fecundidad. Hay esperanza para todos, que formarán un solo rebaño con el único pastor (10,16; 11,52).
La fecundidad no va a depender de la transmisión de un mensaje doctrinal, sino de una muestra extrema de amor. El amor es el mensaje (19,22 Lect.).
La infecundidad del grano que no muere se expresa de modo inesperado: permanece él solo. El fruto son los hombres que se agregan a la nueva comunidad, pasando de la muerte a la vida (5,24).
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