<<pero ¿qué voy a decir: ´Padre, líbrame de esta hora´? ¡Pero si para esto he venido, para esta hora!>>.
El sentido de su vida entera depende de su hora, que será su enfrentamiento final con <<el mundo>> homicida y la manifestación suprema de su amor al hombre. Su hora es la consecuencia y el coronamiento de su vida entera. Desde el principio la tenía presente (2,4).
Se muestra aquí la realidad de la carne de Jesús, el Hombre. Hace su opción consciente en contra de su inclinación natural. Sus dos frases, la hipotética (¿qué voy a decir...?) y la que de hecho pronuncia (12,29: ¡Padre, manifiesta la gloria de tu persona!), se oponen una a la otra, como lo involuntario a lo involuntario. Jesús no va a la muerte con la sonrisa en los labios, la empresa es muy seria y dolorosa. Pero en la paradoja de que el hombre de carne pueda amar hasta ese punto, brilla la gloria de Dios y la del hombre mismo (12,23). Jesús es el hombre acabado, lleno del Espíritu, la fuerza de amor capaz de superar la debilidad de la carne.
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