Dijo esto no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban.
Judas es mentiroso; en realidad, los pobres no le importan; pretendía sacar ventaja de la venta del perfume. En el fondo, no opone Jesús a los pobres, sino a su propio interés. Le molesta el amor demostrado a Jesús porque impide su provecho personal. No sabe lo que significa amar, no siente agradecimiento a Jesús, porque no ha aceptado su don ni, por tanto, ha recibido la vida.
No podía recibir la vida nueva porque no ha roto con los valores del sistema opresor. Jesús lo había calificado de enemigo (<<diablo>>, 6,70s), y lo es por ser ladrón como los dirigentes (10,1.8.10). Como ellos, tiene por padre al Enemigo, el poder del dinero (8,44a Lect; cf. 13,2.27), por eso es embustero y será homicida. Se pondrá de acuerdo con ellos (18,3) y volverá descaradamente al mundo al que pertenecía. El aliado de las tinieblas (13,30) será el agente de muerte. Por no haber recibido la vida, no tiene nada que celebrar y la fiesta le parece inoportuna.
El que pretende ocuparse de los pobres, en vez de compartir, acapara (se llevaba/cogía lo que echaban), cuando acaparar es la razón de que haya pobres. Hay una oposición con el episodio de los panes, donde la puesta en común se convierte por medio de Jesús en alimento para todos (6,11). El ladrón, Judas, hace lo contrario: lo que pertenece a todos pasa a ser propiedad de uno, invirtiendo el movimiento de la vida, que es difusivo. No sólo roba, sino que, bajo pretexto de ayudar a los pobres, pretende robar aún más. En vez de darse él mismo, como Jesús, para dar vida, despoja a los demás y retiene para sí, causando muerte. Quitar la vida no es más que el robo llevado a su extremo, el despojo total. El ladrón acaba en asesino. En el grupo, Judas es el exponente del sistema enemigo de Jesús.
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