jueves, 12 de enero de 2023

Jn 11,45

 Muchos de los judíos que habían ido a ver a María y habían presenciado lo que hizo, le dieron su adhesión.

La reacción natural al hecho era la adhesión a Jesús. La vida es la aspiración suprema del hombre, su luz (1,4; 8,12), y Jesús ha mostrado que él comunica la vida que vence a la misma muerte. De los que habían ido a ver a María, muchos se ponen de su parte. Impotentes ante la muerte, habían ido a expresar su solidaridad en el dolor (11,19.31). Con Jesús ha amanecido la esperanza; la muerte no es la última palabra. Ahora, entre su institución y Jesús, el rechazado por ella, optan por éste. Conocen el sistema religioso judío y saben que no da la solución al gran problema del hombre; Jesús, en cambio, presencia y actividad del amor de Dios, la ofrece. 

María, figura de la comunidad (11,2d Lect.), es la única que ahora se menciona. La frase y habían presenciado lo que hizo puede aplicarse lo mismo a Jesús que a María. La ambigüedad podría ser intencionada: por una parte, Jesús les ha presentado a Lázaro vivo, haciéndoles ver el amor del Padre; pero, por otra, es la comunidad la que lo ha soltado y dejado marcharse, es decir, ella ha percibido la calidad de vida que posee y no se asusta ya ante la muerte. Ha visto la gloria y ésta brilla ahora en su conducta. Mientras tenía miedo a la muerte, la comunidad no interpelaba, ni se veía diferencia alguna entre los Judíos y los discípulos de Jesús. Ahora la conciencia de la vida y la certeza de su continuidad en la muerte hacen de la comunidad un testimonio del amor de Dios que libra al hombre del temor más profundo, raíz de todas sus esclavitudes. Este testimonio lleva a los otros a creer en Jesús.

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